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CAMINAR EN PAZ CON LA TIERRA: Requisito para la Paz entre los humanos

por Alberto Acosta, Enrique Viale1

No hay un camino para la paz, la paz es el camino”

Gandhi

Aceptemos, sin rodeos, que la Humanidad se encuentra en una encrucijada. Si seguimos por la misma senda, en el mejor de los casos, apenas una parte de sus miembros podrá sobrevivir el colapso ecológico. Aceptar ese destino nos resulta intolerable. Requerimos un golpe de timón, con transiciones que permitan, simultáneamente, paliar los impactos del colapso, que nos agobia, mientras apuntalamos, construimos y reconstruimos otras formas de vida acotadas a los ciclos ecológicos en clave de justicia social y de democracia radical.

Para lograrlo, construyamos alternativas de salida de la actual civilización de la mercancía y el desperdicio como lo haría Picasso, cuando pintaba sus grandes obras. El artista malagueño solía sobreponer varias perspectivas diferentes de una misma imagen hasta crear un cuadro donde lo bello y lo abstracto se unían magistralmente. Reconociendo lo complejo de la tarea, usemos su método para plantear opciones múltiples –superpuestas, temporales y sucesivas– ante el sinsentido creado por la civilización del capital.

Por eso, hoy más que nunca, creemos que se precisa multiplicar los esfuerzos para caminar en Paz con la Naturaleza en Nuestra América, que se encuentra tironeada por fuerzas contrarias, unas que alientan más y más destrucción y otras que la defienden. En Argentina, el gobierno refuerza el extractivismo y amenaza con desmontar las leyes ambientales, propone una cacería de ambientalistas, exacerbando la desigualdad y el conflicto social bajo un régimen autoritario que prioriza intereses corporativos. En Ecuador, un gobierno de transición celebra acuerdo con grandes corporaciones mineras mientras desata violentas acciones en contra de las comunidades que defienden sus territorios para así profundizar aún más la explotación de recursos naturales. En otros países, incluso con gobiernos progresistas, como Brasil y Colombia, se mantiene la expansión de extractivismos de todo tipo. Mientras tanto, en todas partes se multiplican las resistencias para proteger los territorios, en tanto espacios de vida.

Teniendo como telón de fondo este conflictivo escenario, celebramos el empeño del gobierno colombiano que prioriza la Paz con la Naturaleza como tema central en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Biodiversidad – COP 16, que se celebrará a fines del año en Cali, Colombia.

Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza, una dupla de vida

La defensa y la protección de los territorios resulta fundamental para convivir en Paz. La destrucción de la Naturaleza afecta las bases mismas de la existencia y exacerba los conflictos sociales. En la práctica, para superar este camino hacia la autodestrucción, debemos impulsar la vigencia combinada de los Derechos Humanos y de los Derechos de la Naturaleza: se trata de una sumatoria de derechos existenciales para garantizar la vida digna de seres humanos y no humanos.

Como punto de partida, aceptemos que no puede existir ningún derecho que permita o aliente explotar inmisericordemente a la Madre Tierra y menos aún destruirla, sino solo un derecho a una convivencia ecológicamente sostenible. Las leyes humanas y las acciones de los humanos, entonces, deben armonizarse y concordar con las leyes de la Naturaleza. Desde esa perspectiva, la vigencia de estos derechos existenciales responde a las condiciones materiales que permiten su cristalización y no a un mero reconocimiento formal en el campo jurídico. Su proyección, por tanto, debe superar los enfoques que entienden los derechos como compartimentos estancos, pues su incidencia debe ser múltiple, diversa y transdisciplinar.

La tarea parece simple, pero es compleja. Bien sabemos que el derecho es un terreno en disputa. El reto es superar el divorcio entre Naturaleza y Humanidad. Hay que propiciar una suerte de reencuentro, algo así como volver a atar el nudo gordiano de la vida roto por la fuerza de una concepción civilizatoria depredadora e insostenible. Es decir, se trata de superar la división ideológica entre la Naturaleza y las culturas. Empalmando ambas, incluso la política cobra una renovada actualidad.

Y ese reconocimiento nos lleva a constatar cómo los humanos, sobre todo al estar organizados alrededor de la acumulación del capital, estamos ejerciendo múltiples violencias, es decir guerras contra la Tierra. Nos toca, entonces, superar tanta aberración.

Detener las guerras contra la Tierra y todos sus habitantes

Urge parar las guerras, sean de baja, mediana e incluso de alta intensidad. Guerras que provocan daños paulatinamente o de forma violenta, muchas veces con profundos e irreversibles impactos a la Naturaleza. Se trata de acciones bélicas derivadas de relaciones socioambientales que emanan de la codicia del capital, tanto como de estructuras asimétricas, opresivas y jerarquizadas, como lo es el patriarcado.

En este ámbito bélico la pérdida de biodiversidad es una constante. La fragmentación, degradación y hasta desaparición de selvas, bosques, ríos, páramos, humedales, manglares, salares y otros ecosistemas, que afectan sus funciones ecosistémicas, están a la orden del día. Las especies, en consecuencia, también desaparecen aceleradamente. Los incendios devastadores tanto como las gigantescas inundaciones alentadas por los cambios en el clima, la desertificación de la tierra a partir de los monocultivos, las fumigaciones con agrotóxicos, las extracciones de petróleo, la megaminería o los monocultivos, arrasan con territorios enteros. La huella ecológica de la especie humana -desigualmente distribuida- supera la capacidad biológica de la Tierra. Y la pobreza, tanto como la creciente inequidad social y la destrucción de comunidades, se agravan también como resultado de estas guerras suicidas desatadas por la codicia del capital.

Con justa razón, en la quinta sesión de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, celebrada en el año 2021, el Secretario General, Antonio Guterres, afirmó que

hacer las paces con la Naturaleza requiere comprender que nos enfrentamos a una triple crisis que entrelaza el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad; se trata de una guerra suicida contra la Naturaleza, ya que, sin ella, la Humanidad no podría existir en el planeta.

Para impulsar esas paces que reclama Guterres, tenemos que empezar por entender que “el modo capitalista vive de sofocar a la vida y al mundo de la vida, ese proceso se ha llevado a tal extremo, que la reproducción del capital solo puede darse en la medida en que destruya igual a los seres humanos que a la Naturaleza”, en palabras del filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverria.

Aceptémoslo, la desconexión del ser humano con la Naturaleza ha provocado una guerra encarnizada en su contra. No acabamos de entender que la Naturaleza tiene ciclos propios, que no pueden ser afectados por los humanos, sin que ella reaccione y se rebele. Entendamos que la creciente mercantilización y cosificación de la vida en todos sus órdenes configuran un sendero minado que conduce inexorablemente al terricidio.

Superar la civilización que sofoca la vida

Hacer las paces con la Tierra y desde la Tierra implica, entonces, disponer de agendas consensuadas por los pueblos para la acción teniendo en la mira superar los dispositivos de muerte imperante. Para lograrlo precisamos identificar con claridad todas las guerras que le agreden a la Tierra, en sus múltiples frentes y formas.

Tenemos como eje civilizatorio un sistema económico que sobreexplota y contamina sistemáticamente nuestra base de existencia. El productivismo y el consumismo bombardean inmisericordemente a la Madre Tierra. Los extractivismos representan brutales invasiones sobre múltiples territorios. Los monocultivos y las falsas soluciones, como son los mercados de carbono o las semillas transgénicas, cañonean brutalmente la biodiversidad. La homogeneización del consumo acelera los ritmos de destrucción con enormes impactos ambientales por el distante transporte de alimentos, para mencionar apenas un punto crítico.

A todo esto, se suman las conflagraciones propiamente dichas: entre los pueblos o contra los pueblos, como lo es el genocidio desatado por el Estado sionista en Palestina, que arrasa no solo con los humanos sino con la misma Naturaleza.

A la par debemos enfrentar aquellas guerras encubiertas. Nos referimos a las formas de percibir, interpretar y experimentar la Naturaleza, que parten, en concreto, de aquella suposición civilizatoria que considera a los humanos por fuera e incluso encima de ella para dominarla. Ese posicionamiento supone un impulso bélico inmerso en las violencias epistémicas y ontológicas que terminan por alentar el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad, así como todo tipo de depredaciones a la Naturaleza, siempre en nombre del “progreso” y del “desarrollo”. Y todo con una reverencia perversa al potencial de la ciencia y la tecnología, que en muchas ocasiones actúan también cual armas de destrucción ambiental.

Estas visiones conducen al mantenimiento de un universo cultural, el que, en esencia, nos impone la idea de que sólo hay una forma de estar en el mundo. Al negar el pluriverso se invisibiliza, desprecia, violenta o incluso elimina las diversidades biológicas tanto como las diversidades culturales existentes. De allí surge la uniformización del concepto Naturaleza y con ello inclusive se cierra la puerta a otras visiones, muchas de ellas portadoras de potentes elementos transformadores. Por eso quizás mejor hablemos de Tierra, de Tierra en clave cósmica, antes que simplemente de Naturaleza, un concepto que puede tener diferentes lecturas, por lo demás.

Es decir, hay que asumir todos estos retos sin caer en la trampa de negociar simplemente límites o parches para seguir tolerando la contaminación y la destrucción de las bases de la vida misma, tal como se lo ha hecho en todas las COP hasta ahora. Ese sinsentido puede reeditarse en Cali, por más buenas intenciones que tenga el gobierno colombiano, pues bien sabemos que en el marco de Naciones Unidas se impone la voluntad de los gobiernos y de las corporaciones, y no necesariamente la de los pueblos.

Caminar con la Paz, en clave de pluriverso

En perspectiva de Paz con la Tierra debemos aceptar y respetar la diversidad en todos los órdenes: vidas, culturas, pensamientos y por supuesto biodiversidad. Es decir, la pluralidad de formas de estar con la Naturaleza y de ser Naturaleza, puesto que los humanos somos Naturaleza. Esa aceptación nos abre la puerta para entender las diversas formas de asumirla como Pacha Mama o Madre Tierra, así como muchas otras formas de relacionarse con la Naturaleza provenientes de la indigenidad: como la entendía nuestro amigo Aníbal Quijano. Aquí caben inclusive algunas lecturas que podríamos entenderlas como derivadas de la misma Modernidad, pero que, en esencia, también apuntan a su superación.

Todas estas no son aproximaciones que cierran los horizontes a visiones parciales, sino que, por el contrario, las abren potenciando otras cosmovisiones, alentando el pluriverso, es decir “un mundo donde encajan muchos mundos”, en el que puedan coexistir y prosperar en dignidad y respeto mutuo todos los seres humanos y no humanos. No más “un mundo desarrollado” que viva a expensas de los demás mundos, como sucede tan cruelmente en nuestro tiempo.

Dicho lo anterior, la Paz en la Tierra no implica solo el silencio de las armas. Demanda, por igual, frenar todos esos procesos que generan daños irreversibles sobre el entorno -del que formamos parte-, daños que afectan a las comunidades locales y a la Humanidad, daños que configuran muchas veces delitos de ecocidio. Esta tarea exige construir mundos sustentados en la reciprocidad, la relacionalidad, la complementariedad, la correspondencia, la resonancia, la solidaridad…

A la par que se detienen las acciones de destrucción precisamos alentar aquellas de construcción y reconstrucción de otras formas de vida social y ecológicamente sostenibles. Todo esto demanda un giro copernicano en todos los órdenes para dejar atrás la actual civilización, que debe ser estructuralmente superada. “Hay que poner el mundo patas arriba”, pues la Tierra “se podría sanar solo con la inversión de los valores establecidos y la revolución de las prioridades económicas”, concluye la filósofa ecofeminista Carolyn Merchant.

En la actualidad se multiplican las acciones alternativas en diversos ámbitos y desde diversos territorios. Si ponemos algo de atención y -figurativamente hablando- hacemos silencio, podemos escuchar el futuro respirar. Hay innumerables procesos sintonizados con el pluriverso, tanto como propuestas de cambios estructurales. En este punto, visiones, valores, principios, experiencias y prácticas como las de los buenos convivires provenientes de las culturas originarias, sin idealizarlas al nivel inútil de modelos o de esencializarlas desconociendo sus limitaciones, representan oportunidades para impulsar cambios profundos.

Hacer la Paz con la Tierra también significa reconocer su agencia y la red de relaciones socioculturales inmersas en ella. Se trata de reparar territorios contaminados y de desmantelar aquellas infraestructuras destructoras, tanto como cambiar los sistemas de producción y las prácticas de consumo depredadoras. Esto nos invita a apelar a la imaginación y a la audacia. Requerimos pasar, en palabras del gran teólogo Leonardo Boff, “de amos y señores a ser hermanos y hermanas entre nosotros y con todas las criaturas. Esta nueva óptica implica una nueva ética de responsabilidad compartida, de cuidado y de sinergia para con la Tierra”.

Y en este contexto los Derechos de la Naturaleza -justicia ecológica-, caminando de la mano de los Derechos Humanos -justicia social-, nos dan pistas para enfrentar el colapso ecosocial, tanto como para impulsar y construir todas las alternativas que garanticen la vida digna para todos los seres en la Tierra. Es decir, estos derechos existenciales sirven para reparar y restaurar, tanto como para prevenir, al tiempo que sientan las bases para construir una justicia existencial global.

La Tierra condición básica para la vida, la equidad y la libertad

Si aceptamos que es necesaria una nueva ética para reorganizar la vida en el planeta, nos toca aceptar que todos los seres vivos tienen el mismo valor ontológico, lo que no implica que todos sean idénticos; esta aproximación articula la noción de la “igualdad biocéntrica”, en la que, según Eduardo Gudynas, todas las especies vivas tienen la misma importancia y por lo tanto merecen ser protegidas. Y en este empeño precisamos crear las condiciones que garanticen el respeto a las personas y comunidades que protegen sus territorios, lo que en realidad es una forma de autodefensa de la Tierra misma.

Definitivamente es el momento de entender que la Naturaleza es condición básica de nuestra existencia y, por tanto, que es también la base de los derechos colectivos e individuales de libertad. Así como la libertad individual solo puede ejercerse dentro del marco de los derechos de los otros humanos, la libertad individual y colectiva solo puede ejercerse dentro del marco de los Derechos de la Naturaleza. Si pensamos en nuestros nietos y en nuestras nietas, es decir en las futuras generaciones, bien podemos concluir que su existencia y su libertad dependen del respeto a la Naturaleza. Bien anota el jurista alemán Klaus Bosselmann, que “sin Derechos de la Naturaleza la libertad es una ilusión”.

Urge, por igual, desmontar las estructuras patriarcales y coloniales que provocan y reproducen violencias múltiples. Habrá que cristalizar el cobro de las deudas coloniales y ecológicas, en las que las naciones enriquecidas por la explotación de otros pueblos y otros territorios son las deudoras. Por igual habrá que desmontar el sistema económico mundial, con todas sus herramientas de dominación, como lo es la deuda externa, que configuran maquinarias depredadoras de la vida.

En este trajinar habrá avances y retrocesos. Pero, en la medida que se logre una amplia y diversa participación de pueblos, colectivos, organizaciones y personas, en ningún momento podemos perder la esperanza, que no la asumimos simplemente como la creencia de que algo indefectiblemente saldrá bien, pues preferimos asumirla como la certeza de que lo que hacemos tiene significado, independientemente del resultado.

Si los humanos no restablecemos la Paz con la Tierra, no habrá posibilidad de Paz para nosotros en la Tierra, que explicablemente se rebela frente a tanta destrucción que estamos provocando.

Tenemos la certeza de que, en este reencuentro armonioso y amoroso con la Madre Tierra contaremos con su enorme capacidad de resiliencia y recuperación, pues se trata de una verdadera Madre, que está de nuestro lado.

1 Economista ecuatoriano y abogado ambientalista argentino, coautores de un libro sobre estos temas de próxima aparición. Jueces del Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza. Miembros del Pacto Ecosocial, Intercultural del Sur.

El Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur en Lima y Cusco, Perú

El Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur surge como un proyecto conjunto de individuos y organizaciones de diversos países latinoamericanos. Nos inspira la imperiosa necesidad de construir estructuras sociales que respondan y contrarresten las tendencias del reacomodo capitalista, la concentración de riqueza y la devastación de ecosistemas, fenómenos que emergen en medio de la crisis civilizatoria.

Nuestro propósito es colaborar en la configuración de un horizonte colectivo de transformación para Nuestra América, asegurando un futuro digno para todos. Este 2024, hemos elegido a Perú como sede para nuestra Asamblea Anual, un evento significativo destinado a compartir perspectivas, trazar directrices de acción y fortalecer la colaboración entre nuestros miembros.

En este marco, nos complace anunciar la realización de dos importantes foros públicos:

Foro Público en Lima: «Crisis Climática, Extractivismos y Conflictos Sociales»

Fecha y hora: 9 de abril a las 6 pm. –

Lugar: Hotel Carrera, Jirón León Velarde 123, Lince.

 Contaremos con la participación de destacados ponentes como Edgardo Lander (Venezuela), Esperanza Martínez (Ecuador), José De Echave (Perú), Olivia Bisa (Perú) y Breno Bringel (Brasil).

Nuestro objetivo es crear un espacio de diálogo y reflexión crítica sobre la compleja relación entre la crisis climática, los extractivismos y los conflictos sociales en América Latina, buscando alternativas para el bienestar colectivo.

¡Confirma tu participación AQUÍ!

Foro Público en Cusco: «Propuesta frente a la Crisis Climática, Extractivismos y Autoritarismos»

Fecha y hora: 10 de abril a partir de las 5 pm.

Lugar: Salón de Grados del Paraninfo Universitario, Plaza de Armas del Cusco.

Contaremos con la presencia de Marilyn machado (Colombia), Carmen Aliaga (Bolivia/ Mexico)Rocio Silva Santiesteban (Perú) Raúl Santillán (Perú), Diana Flores (Perú) Maristella Svampa (Argentina), Sabrina Fernandes  (Brasil), Mario Rodríguez (Bolivia) Elsa Merma (Perú), Jaime Borda(Perú)

Además, disfrutaremos de una feria del libro y una exposición fotográfica.

¡Confirma tu participación AQUÍ

Estas actividades son posibles gracias al apoyo invaluable de instituciones como CooperAcción, Red Muqui, BD, 11.11.11, Oxfam, DHSF y CBC.

Manifiesto de los Pueblos del Sur - Por una Transición Energética Justa y Popular

Manifiesto de los Pueblos del Sur – Por una Transición Energética Justa y Popular


Un llamamiento a líderes, instituciones y nuestros hermanos y hermanas

Les invitamos a respaldar esta propuesta con su firma: AQUÍ

Manifiesto de los Pueblos del Sur – A más de dos años después del estallido de la pandemia de COVID-19, a lo que se suman  las catastróficas consecuencias de la invasión rusa de Ucrania, vemos surgir una «nueva normalidad». Este nuevo statu quo global refleja un empeoramiento de varias crisis: social, económica, política, ecológica, biomédica y geopolítica. Se acerca el colapso ambiental. La vida cotidiana se ha militarizado cada vez más. El acceso a buenos alimentos, agua potable y atención médica asequible se ha vuelto aún más restringido. Más gobiernos se han vuelto autocráticos. Los ricos se han vuelto más ricos, los poderosos más poderosos y la tecnología no regulada solo ha acelerado estas tendencias.

Los motores de este statu quo injusto —el capitalismo, el patriarcado, el racismo, el colonialismo, las relaciones depredadoras con la naturaleza y diversos fundamentalismos— están agravando la situación. Por lo tanto, debemos debatir e implementar urgentemente nuevas visiones de transición y transformación ecosocial que sean justas respecto al género, regenerativas y populares, que sean a la vez locales e internacionales.

En el presente Manifiesto por una Transición Energética Justa y Popular de los Pueblos del Sur, sostenemos que los problemas del Sur Global geopolítico son diferentes de los del Norte Global y de las potencias emergentes como China. Un desequilibrio de poder entre estas dos esferas no solo persiste debido a un legado colonial, sino que se ha profundizado debido a una economía global neocolonial. En el contexto del cambio climático, de la creciente demanda de energía y la pérdida de biodiversidad, los centros capitalistas han aumentado la presión para extraer la riqueza natural y depender de la mano de obra barata de los países de la periferia. No sólo sigue vigente el conocido paradigma extractivo, sino que la deuda ecológica del Norte con el Sur va en aumento.

Lo nuevo de este momento actual es la ‘transición energética’ del Norte a las energías limpias, que han ejercido aún más presión sobre el Sur Global para producir cobalto y litio para la producción de baterías de alta tecnología, madera de balsa para turbinas eólicas, brindar superficies de tierra para grandes conjuntos de paneles solares y nuevas infraestructuras para megaproyectos de hidrógeno. Esta descarbonización para los ricos, un proceso orientado a la exportación impulsado por las grandes corporaciones, se asienta sobre una nueva fase de despojo ambiental del Sur Global que afecta la vida de millones de mujeres, hombres y niños, sin mencionar la vida no humana. Las mujeres, especialmente en sociedades agrarias, están entre las más afectadas. De esta forma, el Sur Global se ha convertido nuevamente en una zona de sacrificio, un almacén de recursos supuestamente inagotables, para los países del Norte.


Una prioridad para el Norte Global ha sido asegurar las cadenas de suministro globales, especialmente de materias primas críticas, y evitar que ciertos países, como China, monopolicen el acceso. Los ministros de comercio del G7, por ejemplo, recientemente abogaron por una cadena de suministro ‘responsable, sostenible y transparente’ para minerales críticos a través de políticas de cooperación internacional y finanzas, que incluye el comercio de bienes y servicios ambientales en el marco de la OMC.
El Norte Global ha presionado para que se firmen más acuerdos comerciales y de inversión con el Sur Global para satisfacer su necesidad de recursos, en particular aquellos que son parte integral de la ‘transición energética’. Estos acuerdos, diseñados para reducir las barreras al comercio y la inversión, protegen e incrementan el poder y los derechos de las corporaciones al someter a los estados a posibles juicios legales, de acuerdo con los mecanismos de arbitraje para controversias entre inversores y estados (ISDS, por sus siglas en inglés). El Norte Global está utilizando estos acuerdos para controlar la transición energética y generar un nuevo colonialismo verde.

Mientras tanto, los gobiernos del Sur han caído en la trampa de la deuda, tomando dinero prestado para construir industrias y agricultura a gran escala para abastecer al Norte. Para pagar estas deudas, los gobiernos se han sentido obligados a extraer aún más recursos del suelo, creando un círculo vicioso de desigualdad y destrucción. Hoy, el imperativo de ir más allá de los combustibles fósiles, sin ninguna reducción significativa en la producción o el consumo en el Norte, solo ha aumentado la presión para explotar estos recursos naturales. Además, a medida que avanza con sus propias transiciones energéticas, el Norte no ha ofrecido más que palabras respecto a su responsabilidad de abordar su histórica y creciente deuda ecológica con el Sur.

Pequeños cambios en la matriz energética no son suficientes. Todo el sistema energético debe transformarse, desde la producción y distribución hasta el consumo y la disposición de residuos. La sustitución de coches de combustión interna por vehículos eléctricos es insuficiente, pues es necesario cambiar todo el modelo de transporte individualista, reduciendo el consumo de energía y promoviendo opciones de movilidad colectiva y pública sostenible.

De esta manera, las relaciones deben volverse más equitativas no solo entre los países del centro y la periferia, sino también dentro de los países, entre la élite y el pueblo. Las élites corruptas del Sur Global también han colaborado en este sistema injusto lucrando con la extracción, reprimiendo a quienes defienden los derechos humanos y de la naturaleza y perpetuando la desigualdad económica.Más que solo tecnológicas, las soluciones a estas crisis interrelacionadas son sobre todo políticas.

Como activistas, intelectuales y organizaciones de diferentes países del Sur, hacemos un llamado a las y los agentes de cambio de diferentes partes del mundo a comprometerse con una transición ecosocial radical, democrática, con justicia global, justicia de género, intercultural, regenerativa y popular que transforme tanto el sector energético como las esferas industrial y agrícola, que dependen de insumos energéticos a gran escala. Según los diferentes movimientos por la justicia climática, “la transición es inevitable, pero la justicia no”.

Todavía estamos a tiempo de iniciar una transición justa y democrática, que desmonte las relaciones (neo-)coloniales entre Norte y Sur Globales. Podemos alejarnos del sistema económico neoliberal en una dirección que sustente la vida, combine la justicia social con la justicia ambiental en lugar de ponerlas a competir entre sí, reúna valores igualitarios y democráticos con una política social holística y resiliente, y restablezca un equilibrio ecológico necesario para un planeta sano. Pero para eso necesitamos más imaginación política y más visiones utópicas de otra sociedad socialmente justa y respetuosa tanto de la diversidad como de nuestra casa común planetaria.

La transición energética debe ser parte de una visión integral que aborde la desigualdad radical en la distribución de los recursos energéticos y promueva la democracia energética. Debería restar importancia a las instituciones a gran escala (agricultura corporativa, grandes empresas de energía), así como a las soluciones basadas en el mercado. En cambio, debería fortalecer la resiliencia de la sociedad civil y las organizaciones sociales.
Por lo tanto, desde el presente Manifiesto, establecemos los siguientes ocho puntos:

  1. Alertamos que una transición energética liderada por megaproyectos corporativos, provenientes del Norte Global y aceptados por numerosos gobiernos del Sur, implica la ampliación de las zonas de sacrificio en todo el Sur Global, la persistencia del legado colonial, el patriarcado y la trampa de la deuda. La energía es un derecho humano elemental e inalienable, y la democracia energética debe ser nuestro objetivo.
  2. Llamamos a los pueblos del Sur a rechazar las falsas soluciones que vienen con nuevas formas de colonialismo energético, ahora en nombre de una transición ‘verde’. Hacemos un llamado explícito a continuar la coordinación política entre los pueblos del Sur y al mismo tiempo a buscar alianzas estratégicas con sectores críticos del Norte.
  3. Para mitigar los estragos de la crisis climática y avanzar en una transición ecosocial justa y popular, exigimos el pago de la deuda ecológica. Esto significa, ante la responsabilidad desproporcionada del Norte Global por la crisis climática y el colapso ecológico, la implementación real de un sistema de compensación al Sur global. Este sistema debe incluir una considerable transferencia de fondos y tecnología apropiada, y debe conllevar la cancelación de la deuda soberana para los países del Sur.
    Apoyamos una política de reparaciones por las pérdidas y daños sufridos por pueblos indígenas, grupos vulnerables y comunidades locales debido a proyectos de minería, grandes represas y energía sucia. También apoyamos las luchas para legalizar y restituir los territorios colectivos de los pueblos indígenas en todo el mundo.
  4. Rechazamos la ampliación de la frontera hidrocarburífera en nuestros países —a través del fracking y proyectos offshore— y repudiamos el hipócrita discurso de la Unión Europea, que recientemente declaró al gas natural y a la energía nuclear como “energías limpias”. Como ya se planteó en la Iniciativa Yasuní en Ecuador en 2007, siendo una idea que hoy es apoyada por muchos sectores y organizaciones sociales, apostamos por dejar los combustibles fósiles bajo tierra y a generar las condiciones sociales y laborales necesarias para abandonar el extractivismo y transitar hacia un futuro post combustibles fósiles.
  5. De manera similar, rechazamos el colonialismo verde bajo la forma de acaparamiento de tierras para parques solares y eólicos, la extracción indiscriminada de minerales críticos y la promoción de «soluciones» tecnológicas como el hidrógeno azul, verde y gris. El cercamiento, la exclusión, la violencia, la invasión y el atrincheramiento han caracterizado las relaciones energéticas Norte-Sur pasadas y actuales y no son aceptables en una era de transiciones ecosociales.
  6. Exigimos la protección efectiva de los y las defensoras de la naturaleza y los derechos humanos, en particular los pueblos indígenas y las mujeres que están en la primera línea de la resistencia al extractivismo.  
  7. La eliminación de la pobreza energética en los países del Sur debe estar entre nuestros objetivos fundamentales, así como de la pobreza energética de partes del Norte Global, a través de proyectos de energía renovable alternativos, descentralizados y distribuidos equitativamente que sean propiedad de las comunidades y sean operados por ellas mismas.
  8. Denunciamos los acuerdos comerciales internacionales que penalizan a los países que quieren frenar la extracción de combustibles fósiles. Debemos detener el uso de acuerdos comerciales y de inversión controlados por corporaciones multinacionales que, en última instancia, promueven una mayor extracción y refuerzan un nuevo colonialismo.

Nuestra alternativa ecosocial se basa en innumerables luchas, estrategias, propuestas e iniciativas comunitarias. Nuestro Manifiesto se conecta con la experiencia vivida y las perspectivas críticas de los campesinos, los pueblos indígenas y otras comunidades locales, mujeres y jóvenes en todo el Sur Global. Se inspira en el trabajo realizado sobre los derechos de la naturaleza, buen vivir, vivir sabroso, sumak kawsay, ubuntu, swaraj, los comunes, la economía de los cuidados, la agroecología, la soberanía alimentaria, el postextractivismo, el pluriverso, la autonomía y la soberanía energética. Sobre todo, hacemos un llamado a una transición ecosocial radical, democrática, popular, con justicia de género, regenerativa e integral.

Este Manifiesto propone una plataforma dinámica que invita a unirse a nuestra lucha compartida por la transformación ayudando a crear visiones y soluciones colectivas.

Les invitamos a respaldar esta propuesta con su firma: AQUÍ

¡Que pare la violencia racista y colonial contra los pueblos peruanos!

Ante la violencia extrema desatada por el gobierno de Dina Boluarte contra los pueblos del Perú, desde el Pacto EcoSocial e Intercultural del Sur manifestamos lo siguiente:

  • Denunciamos la muerte de aproximadamente 40 ciudadanos peruanos por el despliegue abusivo de violencia física a manos de las fuerzas armadas y policiales peruanos en Andahuaylas, Ayacucho, Puno y otras zonas del país, que constituyen las peores masacres en el Perú desde la época de la dictadura fujimorista. Llamamos al cese inmediato de la violencia estatal.
  • Alertamos que no es casualidad que la violencia estatal en estos días se desarrolle en los mismos territorios del conflicto armado interno o del levantamiento de Tupac Amaru. Se trata de una violencia racista, centralista y colonial contra los pueblos del Perú, y en contra de sus demandas de vivir en un país más justo, democrático y plurinacional.
  • Rechazamos el lenguaje estigmatizante, racista y beligerante de los representantes del gobierno de Boluarte y del Congreso peruano, que en lugar de reconocer el derecho legítimo a la protesta, han optado por calificar a los manifestantes como “terroristas”, “turbas”, “criminales” y “azuzadores políticos”. Justamente este lenguaje de guerra que identifica a los pueblos como enemigos, está en la base de la violencia y de los asesinatos.
  • Denunciamos la cobertura sesgada y cómplice de los medios de comunicación, controlados por los principales grupos económicos del país que contribuyen a la estigmatización, y que invisibilizan la violencia injustificable contra ciudadanos peruanos, al no reportar los hechos que se están dando en el Sur del país de forma genuina, ni siquiera consignar los nombres de los asesinados y menos entrevistar a sus familiares o a los heridos.
  • Señalamos que en ningún país democrático, con un Estado de derecho mínimo , el asesinato de decenas de ciudadanos por parte del propio Estado puede quedar impune y sin consecuencias políticas. El gobierno de Dina Boluarte ha perdido cualquier legitimidad, y se ha constituido mediante la represión como un régimen cívico-militar. Los ministros responsables, empezando por el premier Otárola , deben renunciar o ser censurados. No cabe siquiera el debate del voto de confianza al gabinete Otárola , por encima de la muerte de más de 40 ciudadanos peruanos. De lo contrario, el congreso se haría cómplice de delitos de lesa humanidad.

Nos solidarizamos con la lucha de los pueblos peruanos por un país más justo y democrático. Las movilizaciones de estos días no sólo están vinculadas a los acontecimientos en torno de la salida del gobierno de Pedro Castillo tras su ilegítimo intento de cerrar el congreso peruano, sino a demandas de larga data ante un régimen político y económico que ha generado desigualdad extrema, vulneraciones sistemáticas de los derechos humanos y de la naturaleza, y la exclusión de millones de peruanos/as de la vida digna que merecen. Una y otra vez, las demandas populares de cambio han sido respondidas desde las elites políticas y los poderes fácticos con violencia, con pactos de corrupción e impunidad, y con maniobras políticas autoritarias.

Desde el Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur consideramos que la única salida al conflicto, en el corto plazo, es un gobierno genuino de transición, encargado de organizar elecciones generales lo más pronto posible. Un gobierno que asuma la necesidad de romper con los pactos de impunidad y corrupción que dirigen la política en el Perú actual, y garantice una investigación parcial y real de cada uno de los muertos en el marco de la represión violenta de las protestas. En el mediano plazo se requiere de la transformación de las causas de la crisis actual, la desigualdad y el racismo persistente en la sociedad peruana, para lo cual un proceso constituyente genuino sea una condición.

¡Que pare la violencia racista y colonial contra los pueblos peruanos!







El Gran Pacto Eco Social y Económico: repensar el modelo de desarrollo que provocó la pandemia

Por Redacción La tinta

El Gran Pacto Eco Social y Económico: repensar el modelo de desarrollo que provocó la pandemia. – Más de 300 intelectuales, artistas y organizaciones sociales adhieren a la iniciativa impulsada por la filósofa Maristella Svampa y el abogado Enrique Viale, un Pacto urgente y necesario basado en cinco ejes: el ingreso ciudadano universal, la reforma tributaria progresiva, la suspensión de pagos de deuda externa, un sistema nacional público de cuidados y una transición socioecológica radical.

“La actual encrucijada civilizatoria puso en agenda grandes debates sociales; entre ellos, cómo reducir las desigualdades, qué Estado es necesario para la construcción de lo común, en clave social y ambiental, y cómo pensar lo local y lo global de aquí en más. Esto se agudiza en un país como la Argentina, sumergido en una profunda crisis económica prepandemia y al borde de un virtual default”, dicen la investigadora y socióloga Maristella Svampa, y el abogado ambientalista Enrique Viale.

Ambos plantearon, hace unas semanas, la idea de un Gran Pacto Eco Social y Económico, al cual han adherido ya más de centenares de académicxs, artistas y organizaciones sociales, con el objetivo de visibilizar y discutir el modelo de desarrollo detrás de la pandemia del COVID-19. Según Svampa y Viale, lo que se intenta es que el Pacto sea base de una agenda común entre organizaciones sociales y políticas, sectores culturales, académicos y el Estado.

Lxs impulsorxs de la iniciativa están convencidxs de que lo fundamental del Pacto Eco Social y Económico es el reconocimiento legal de los Derechos de la Naturaleza: “Los seres humanos debemos admitir a la Naturaleza como sujeto de derecho (y no como un mero objeto) con la cual debemos convivir armónicamente, respetar sus ritmos y capacidades. Necesitamos reconciliarnos con la naturaleza, reconstruir con ella y con nosotros mismos un vínculo de vida y no de destrucción. Nadie dice que será fácil, pero tampoco es imposible”.

Imagen: Nicolás García Uriburu

A modo de manifiesto, la iniciativa se basa en cinco ejes: el ingreso ciudadano universal, la reforma tributaria progresiva, la suspensión de pagos de deuda externa, un sistema nacional público de cuidados y una transición socioecológica radical.

En diálogo con La tinta, Svampa cuenta cómo y por qué surgió el concepto del Gran Pacto. La socióloga aclara que con Viale vienen trabajando sobre estos temas, en términos de propuestas, desde hace tiempo, “juntos y con el grupo de Alternativas al Desarrollo, grupo permanente que trabaja a nivel regional, latinoamericano, en diálogo con intelectuales y activistas de Europa también”.

“Este grupo, como les decía, es, de algún modo, el grupo que instaló la crítica al neoextractivismo en América Latina y también discusiones como el postextractivismo, los derechos de la Naturaleza, así como la difusión de otras discusiones como la del Buen Vivir, los bienes comunes y la ética del cuidado. Con esto, lo que quiero decir es que hay una narrativa política, emancipatoria, gestada en América Latina en esa interfase entre luchas sociales y activismo académico o intelectual, del cual, con Quique (Viale), formamos parte hace mucho tiempo”, dice la investigadora.

Relata también que “por otro lado, terminando de escribir el libro “Una brújula en tiempos de colapso ecológico” con Quique, en uno de los capítulos -en donde hablamos, por un lado, de la transición energética y, por otro lado, de la agroecología-, proponemos pensar un “Pacto Eco Social y Económico” en clave nacional y en sintonía con las propuestas de Green New Deal que se están debatiendo hoy en día en EE.UU. de la mano de Alexandria Ocasio-Cortez y el candidato -o ex- demócrata Bernie Sanders y Naomi Klein. En Europa, también hay distintos sectores que están promoviendo desde una perspectiva radical esta articulación entre justicia social, justicia étnica, justicia de género y justicia ambiental, que son los cuatro ejes fundamentales para pensar la interseccionalidad de las luchas.

Por eso mismo es que, en el libro -que cerramos en febrero-, nosotros ya hablamos de un pacto eco social y económico, pero, con la crisis abierta por la pandemia, bueno… pensamos que sería bueno proponer una agenda de cambio, una agenda alternativa, en la cual la justicia re-distributiva y justicia ambiental estuvieran en el centro de la escena. Entonces, es en diálogo norte-sur sin duda, promoviendo un multilateralismo democrático y solidario, en diálogo también regional -porque, de hecho, ya lo estamos discutiendo con nuestros colegas, muchos de ellos de Alternativas al Desarrollo-, promoviendo una declaración regional hacia un pacto eco social desde el sur y también desarrollando propuestas a nivel nacional, como la que promovimos con Viale.

En fin, así surge: tiene que ver con un largo proceso de discusión que está muy ligado a esta interfase entre el activismo y la problematización intelectual-académica… este campo tan poroso que, en América Latina, es muy típico y que da lugar a esta conversación tan rica. Esto sumado a la oportunidad, en el sentido de que, en el Norte, están discutiendo bajo la denominación Green New Deal, a la cual nosotros re-bautizamos Gran pacto Eco Social y Económico, para dar lugar y expresión a toda esa narrativa y ese lenguaje emancipatorio que se ha venido pergeñando en nuestra Latinoamérica en los últimos años al calor de tantas luchas”, concluye la filósofa.

“Los modelos de desarrollo basados en las energías fósiles y en la deforestación para promoción del monocultivo transgénico no pueden tener lugar en ninguna reconstrucción pospandémica”, afirman desde el equipo.

El comunicador y activista Mauro Fernández, colaborador de Svampa y Viale, agrega en la charla con nuestro medio: “Esos modelos son responsables de la crisis actual y deben ser reformulados en forma urgente. Según la máxima autoridad científica de Naciones Unidas sobre cambio climático —el IPCC, por la sigla en inglés—, indica que las emisiones globales deben reducirse a la mitad en esta década.

Para evitar impactos gravísimos en la vida de las personas y en el planeta, la necesaria reconstrucción económica debe basarse en un rápido reemplazo de los fósiles —que hoy representan un 85% de la matriz energética argentina— por energías renovables y un modelo agroecológico que desconcentre la propiedad de la tierra y promueva prácticas más saludables, erradicando también la “vieja normalidad” de los agrotóxicos y el monocultivo. Esto, garantizando el acceso a la energía como derecho humano y repensando el concepto de urbanidad que hoy privilegia un individualismo extremo desasociado de la naturaleza, hacia una mayor integración que repiense esa relación de dominación con el medio del que dependemos y somos parte”.

El documento del Gran Pacto se difundió, primero, en la Revista Anfibia y fue visibilizado, luego, en “El futuro después del COVID-19”, la publicación del Programa Argentina Futura (una plataforma de pensamiento, plural y diversa, con perspectiva federal y global, creada por el Gobierno Nacional), dirigido por el Dr. Alejandro Grimson; la invitación a adherir sigue abierta y se reciben a la dirección de correo electrónico granpactoecosocialyeconomico@gmail.com.