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El desguace como política de Estado: Informe demuestra las regresiones ambientales del gobierno libertario

Este jueves 7 de agosto de 2025 se presentó el primer Informe de Regresiones Ambientales de AAdeAA-CAJE durante los dos años del gobierno de Milei

Desde diciembre de 2023, Argentina atraviesa el mayor retroceso en derechos económicos, sociales, ambientales y culturales desde la recuperación de la democracia. El negacionismo climático se convirtió en política de Estado. En nombre de la libertad, el gobierno libertario ejecuta un programa de saqueo planificado: se derogan leyes, se destruyen organismos públicos, se entregan ríos y montañas, y se criminaliza a quienes defienden el agua, la tierra y la vida.

El nuevo Informe de Regresiones Ambientales, elaborado por la Asociación Argentina de Abogados/as Ambientalistas-Colectivo de Acción por la Justicia Ecosocial, documenta en detalle este proceso de desguace que abre aun más a la desprotección y explotación de los bienes naturales, mientras nos deja indefensos ante los graves impactos de la crisis climática. 

La presentación pública se realizó este jueves 7 de agosto en Rodriguez Peña 356, en el Centro de Documentación e Investigación de la cultura de Izquierdas (CeDInCI).

  • 10 ejes de regresión: combustibles fósiles, desmontes, incendios e inundaciones, minería del litio, minería metálica a cielo abierto, privatización de ríos, criminalización de la protesta, plan de inteligencia antidemocrático, vaciamiento de normativas y más.
  • Organismos debilitados, vaciados y/o reemplazados: desde el Ministerio de Ambiente hasta el INTA, el INA y ACUMAR, INAI, Dirección Nacional de Emergencias, entre otros.
  • Disolución de organismos: Dirección Nacional de Agroecología, INAFCI, INASE, ENOHSA, entre otros.
  • Innumerables leyes y fondos afectados, desmantelados o derogados

La Ley Bases y el RIGI no son reformas: son blindajes jurídicos para legalizar el despojo. El Estado deja de ser garante de derechos y se convierte en cómplice del extractivismo.

El Informe será presentado formalmente ante la Cámara de Diputados y el Senado Nacional así como en organismos internacionales como las autoridades del Acuerdo de Escazú.

Este informe no solo sistematiza una política de negacionismo climático y de profundización del extractivismo. Es también una herramienta para imaginar y defender otro futuro, fundado en la protección de la vida, la defensa de los derechos y la participación democrática.

Al trascender la denuncia, el informe representa un acto de memoria colectiva sobre los retrocesos y violencias de estos últimos tiempos. Sistematiza la regresión, pero también señala caminos para resistir y reconstruir. Propone claves para defender lo común, activar redes, exigir justicia.

Porque narrar el saqueo y el negacionismo climático es urgente. Pero imaginar salidas también es un acto político. La política ambiental de Milei no es una anomalía: es el proyecto. Y hay que frenarlo.

La Derecha Fest: extractivismo, odio y guerra cultural

En nombre de la libertad del mercado, los libertarios siguen braceando la reducción (sino demolición) del Estado-Nación, la ridiculización de las disidencias de pensamiento, la criminalización de las protestas ecosociales y la banalización de la agenda vinculada a la ampliación de derechos

Por Lucas Micheloud para el Ciudadano

Este martes 22 la ciudad de Córdoba fue escenario de un evento que, si bien podría entenderse como una excentricidad libertaria, refleja muy bien el momento político y cultural que atraviesa nuestro país: “La Derecha Fest” fue promocionada como “el evento más anti-zurdo del mundo”, organizado por think tanks de extrema derecha (Fundación Faro, Gaucho Agencia de la Batalla Cultural, Hojas del Sur, La Derecha Diario, entre otros) que reunió a influencers y operadores ideológicos de la ultraderecha, con entradas valuadas en $35.000 pesos, y que incluyó un discurso del presidente Javier Milei.

Sin embargo, La Derecha Fest no fue sólo un espectáculo ideológico, sino otro intento por instalar un nuevo sentido común que presenta al mercado como el único horizonte posible. De esta forma, en nombre de la libertad del mercado, los libertarios siguen braceando la reducción (sino demolición ) del Estado-Nación, la ridiculización de las disidencias de pensamiento, la criminalización de las protestas ecosociales y la banalización de la agenda vinculada a la ampliación de derechos.

Los buenos y los malos, simplificar para esconder

Por lo general los discursos de los libertarios (así sucedió en La Derecha Fest) tienen una estratégica simplificadora, que divide el mundo entre “progreso o zurdos”, “libertad o comunismo” ,“ciudadanos de bien o militantes rentados”, construyendo una lógica binaria que no sólo niega la complejidad de los debates políticos y el alcance de los conflictos ecosociales actuales, sino que elimina deliberadamente las causas estructurales de la crisis ecológica, social y democrática que atravesamos.

En este marco, el ambientalismo ha sido designado por el oficialismo nacional como uno de los principales enemigos internos del gobierno, acusado de liderar un supuesto “marxismo cultural” que conspiraría contra la soberanía nacional y el desarrollo económico nacional que se postula como “punto de partida para la libertad de los argentinos” (así calificado en el nombre de la denominada Ley Bases).

Todas las derechas en sintonía

Esta estrategia no es un invento argentino, sino parte de un patrón común transnacional que une a las extremas derechas, y vincula concretamente a Milei con figuras como Trump, Bolsonaro o Vox, todos ellos paladines de una cruzada contra la llamada “agenda woke”, término comodín que les permite rechazar cualquier política de ampliación de derechos, protección ecológica, igualdad de género, saberes campesinos y ancestrales o reconocimiento de diversidades.

Así, bajo la simulación de “combatir el adoctrinamiento”, lo que hacen los libertarios locales es despolitizar el conflicto, deslegitimar al adversario (calificado frecuentemente como “enemigo”) y naturalizar un modelo que se estructura en la desigualdad social, la desregulación y promoción del extractivismo y el vaciamiento del Estado.

Todo ambientalismo es político, y está bien

En el plano socioambiental, esto se traduce en una ofensiva directa contra la institucionalidad ambiental a partir de la derogación o modificaciones regresivas de leyes ambientales que fueron el fruto de décadas de luchas y movilizaciones populares en nuestro país, por ejemplo, las leyes de Bosques (26.331) y Glaciares (26.639).

Frente a esta avanzada debemos reafirmar el carácter profundamente político del ambientalismo en Argentina, que no es conservador sino profundamente revolucionario.

Tampoco es teórico ni surge del romanticismo con la naturaleza, sino que nace de las necesidades emergentes de los territorios de nuestro país: desde Andalgalá a Jáchal, de Uspallata al Impenetrable Chaqueño, del Delta del Paraná a la Costa Atlántica, de los Salares Altoandinos al Golfo San Matías, del Lago Mari Menuco al Quebracho en Villa Allende.

Este ambientalismo que el presidente desprecia y califica como enemigo lleva también en su génesis las históricas resistencias de las comunidades campesinas y pueblos originarios que defienden la tierra y los bienes comunes hace décadas –sino siglos– denunciando los impactos del modelo extractivista.

Más que ideología, una disputa por el bien común

Por eso lo que está en juego no es simplemente un debate ideológico, sino una disputa profunda sobre el sentido de lo común, sobre la organización del tejido social y sobre la posibilidad de un futuro vivible en nuestro planeta tierra, rechazado las distopías escapistas hacia Marte o planetas distantes en nuestro Sistema Solar como la solución para gestionar el colapso climático y ecológico.

Mientras la extrema derecha siga banalizando las múltiples crisis socioecológicas y reduzcan los territorios a zonas de sacrificio o tierras raras, el ambientalismo deberá intensificar su radicalidad, potenciar su pensamiento crítico (y creativo), insistiendo en que no hay justicia social sin justicia ambiental.

La guerra como modelo de acción de los libertarios

No sorprende que la guerra cultural sea explícita cuando el abogado y biógrafo de Milei, Nicolás Márquez, declara sin tapujos en La Derecha Fest: “No crean que estamos en una democracia noruega, estamos en guerra. A nuestros enemigos tenemos que exterminarlos políticamente, ideológicamente, espiritualmente.” Esta declaración revela la naturaleza autoritaria y beligerante del proyecto político que hoy amenaza no solo las conquistas sociales, culturales y democráticas, sino también la justicia ecosocial.

El ambientalismo no está en guerra. Todo lo contrario. Venimos a proponer un nuevo Pacto Ecosocial, basado en la ética del cuidado, la solidaridad, justicia y paz con la naturaleza y todas las formas de vida que habitan nuestro planeta. En un clima de época que celebra el saqueo de los bienes naturales y se rinde culto a la libertad de mercado, seguiremos reafirmamos nuestros principios y convicciones, sin retroceder ni condicionar nuestras acciones.

(*) Co-Director Ejecutivo de la Asociación Argentina de Abogados y Abogadas Ambientalistas

El juicio a Bolsonaro y la criminalización de la protesta ecosocial en Argentina

por Lucas Micheloud para Radio UNR

El Tribunal Supremo Federal de Brasil (que es el equivalente a nuestra Corte Suprema Nacional) decidió por unanimidad el pasado miércoles 26, abrir el enjuiciamiento del expresidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro, tras los eventos sucedidos en enero de 2023, que instaron la intervención de la Procuraduría General de la Nación y la formulación de cargos contra el expresidente por el delito de intento de golpe de estado por la violenta abolición del estado de derecho democrático, organización criminal armada y daños calificados con violencia y grave amenaza.

Este movimiento insurreccional buscaba bloquear la toma de posesión de Luiz Inácio Lula da Silva, quien asumió nuevamente en 2022 tras un proceso electoral muy disputado. La descripción que realizó la Procuradoría de Bolsonaro como cabeza de una “organización criminal” resalta la gravedad de las acusaciones que enfrenta. El juicio incluye a varios de sus antiguos colaboradores, incluidos altos oficiales militares. La participación de personas como Augusto Heleno y Paulo Sérgio Nogueira, quienes asumieron grandes responsabilidades en el gobierno de Bolsonaro, destaca la relación incrustada entre la extrema derecha y los militares.

Javier Milei calificó a la decisión de la Procuraduría General de presentar estos cargos como un caso de “lawfare”, declarando públicamente que su amigo brasileño está siendo perseguido políticamente. La cobertura y el desconocimiento del estado de derecho por parte del presidente Milei es mucho más que un acto aislado. Es una elección estratégica de la extrema derecha argentino-brasileña para destruir las reglas que hacen posible la democracia y las instituciones republicanas que la configuran. El veredicto de este juicio podría establecer un precedente importante no solo para Brasil, sino para otros países de la región que enfrentan desafíos similares en sus democracias liquidas, parafraseando a Zygmunt Bauman.

El asalto al Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero de 2021 por parte de los fanáticos seguidores de Donald Trump se erige como un oscuro espejo del intento de golpe de Bolsonaro, exponiendo el vínculo pernicioso entre los dos frentes de extrema derecha. Pero también simboliza la estrecha unión que existe entre el negacionismo climático y la violencia política. Mientras Trump atacaba el cambio climático derogando regulaciones ambientales, abandonando el Acuerdo de Paris y persiguiendo a científicos del clima, Bolsonaro alentaba la deforestación de la Amazonia, persiguiendo a defensores ambientales y dirigentes indigenistas. Este mismo desprecio hacia la ciencia, el ambiente y la democracia también puede observarse en Javier Milei, quien ha adoptado un discurso anticientífico, desmontando desde su asunción organismos y políticas vinculadas al ambiental, el clima, los derechos humanos y la cuestión indígena; una clara consolidación del patrón de desestabilización promovido por las extremas derechas de nuestro tiempo. Ninguno de estos eventos y sus figuras son accidentes. Ninguno. Son expresiones de un manual común: socavar la confianza en las instituciones democráticas y movilizar a las masas a través del miedo y la desinformación para tomar el control autoritario a favor del mercado (el capitalismo financiero y extractivista). Al atacar no solo a sus oponentes políticos, sino también a la ciencia digna, Trump, Bolsonaro y Milei son representantes de un movimiento peligroso que amenaza las bases democracias contemporáneas y el futuro ecológico del planeta.

Volviendo a la imputación de Bolsonaro –por intento de golpe de estado–, esto sirve no solo para revelar el aterrador giro antidemocrático de la extrema derecha brasileña, sino también como un espejo retrovisor que refleja la realidad Argentina. Lo ocurrido en Brasil desnuda vergonzosamente la violencia estructural y física que ha sido utilizada por el gobierno de Bolsonaro contra los defensores del ambiente, particularmente los líderes nativos. Esta estrategia de represión y criminalización de la protesta social incluyó el desmantelamiento de políticas fundamentales para la conservación ambiental, el respeto a las comunidades indígenas, la defensa de los derechos humanos y la regulación del sector extractivo. Esto es clave para comprender el rumbo que Argentina ha tomado con la extrema derecha, y activar de forma urgente mecanismos de resistencia y acción democrática.

En este contexto, vale recordar un episodio revelador que muestra la actitud de Javier Milei hacia los eventos en Brasil. En la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en Buenos Aires en diciembre de 2024, el expresidente de Brasil agradeció al presidente argentino por refugiar a sus seguidores fugitivos, quienes habían sido condenados por su ataque a las instituciones públicas en Brasil en 2023. En ese marco, Milei no tuvo reparos en defender a Bolsonaro en otra cumbre conservadora realizada en Camboriú, afirmando: “Vean la persecución judicial que sufre nuestro amigo Jair Bolsonaro aquí en Brasil”.

Tal lealtad hacia un líder que desmanteló la democracia y pisoteó derechos básicos es motivo de alarma y preocupación. Hasta ahora, cinco seguidores de Bolsonaro han sido arrestados en Argentina, donde hay más de 61 órdenes de captura vigentes. Milei no solo niega la gravedad de estos delitos, sino que también se alinea con aquellos que desean socavar el orden democrático. La noción misma de ofrecer tal apoyo en favor de la antidemocracia es una muestra provocativa de complicidad que resuena de las políticas represivas que han dominado el reciente pasado de la región.

Del ataque a la democracia al ataque a los territorios y defensores ambientales

Pero Bolsonaro no solo intentó destruir la democracia brasileña desde el asiento del poder, sino que también llevó a cabo una política de persecución sistemática contra quienes defienden el ambiente y los derechos de los pueblos indígenas. Bajo su gobierno aumentaron los asesinatos, amenazas y criminalización de activistas contra la deforestación y la expansión del agronegocio y la minería ilegal en la Amazonia. Durante su mandato, por ejemplo, el indigenista Bruno Pereira y el periodista Dom Phillips fueron asesinados. Su pecado mortal fue denunciar la connivencia del poder político con los sectores económicos extractivistas sobre la Amazonia.

En Argentina, la administración de Javier Milei y varios gobernadores aliados han comenzado a imitar una lógica represiva con el objetivo de desmovilizar y sembrar el temor entre quienes defienden los bienes comunes. Desde su llegada al poder, el gobierno nacional ha impulsado una criminalización sistemática de la protesta a través de protocolos antipiquetes[1] que buscan erradicar cualquier manifestación en las calles, incluso si se tratan de los más débiles: nuestros abuelos jubilados. En provincias como Jujuy, Mendoza y Chubut, los conflictos ambientales han sido respondidos con una brutal represión, incluidas detenciones arbitrarias y persecuciones judiciales dirigidas a asambleas socioambientales y comunidades indígenas.

Hay muchos casos alarmantes; uno es el de dos defensores del agua en Mendoza: Federico Soria y Mauricio Cornejo. A partir del 14 de febrero de 2025, comenzarán a ser perseguidos y criminalizados por la lucha que emprendieron para defender el agua como parte de su comunidad en Uspallata. Han sido acusados de pertenecer a un grupo que supuestamente ejerce coerción ideológica a través del miedo, mediante un artículo del Código Penal Argentino establecido durante la dictadura militar (1976-1983), nunca aplicado antes en la provincia de Mendoza. Este asalto a los derechos humanos ocurre en el contexto de la llegada de la empresa minera San Jorge, un proyecto que podría tener consecuencias catastróficas para el ecosistema y la población de Uspallata. Federico Soria y Mauricio Cornejo son activistas de la Asamblea de Vecinos de Uspallata, un movimiento cívico que con valentía lucha en contra de la instalación de esta mina, ya que puede poner en peligro a su comunidad. Este panorama destaca la alarmante represión que enfrenta el activismo ambiental en el país y es una clara señal de la deriva antidemocrática que ahora amenaza a Argentina.

Precedentes fallidos en Brasil y el peligro de normalizar la represión

Sin embargo, el caso de Bolsonaro es un faro revelador, uno que debería advertir y disuadir a lo largo de la región. Su historia es un recordatorio contundente de que los ataques a la democracia y los ataques a los territorios son dos partes de la misma narrativa destructiva. En Brasil, el intento de golpe no surgió de la nada; fueron años de preparación, una culminación de décadas de acoso sistemático contra ambientalistas y activistas indígenas. En este país, luchar por la tierra misma se convirtió en un acto de revuelta, rebelión y resistencia contra un sistema corporativo extractivo dispuesto a llevarse todo por delante, incluso la vida de los defensores y defensoras ambientales. La represión se disfrazó de gestión, y los disidentes por la justicia ecológica fueron silenciados a través de balas de goma y deslegitimaciones públicas.

Ahora, volviendo a Argentina, el panorama se torna inquietante. La consolidación de un modelo autoritario, similar al que vimos en Brasil, podría seguir el mismo sendero vertiginoso: primero el uso de la fuerza para silenciar las luchas ecoterritoriales y luego, con un menosprecio esperable, el ataque a las reglas democráticas si el poder se encuentra amenazado.

Por eso es crucial proteger y celebrar la lucha de aquellos que se levantan para defender el agua, la tierra, los bosques y la dignidad de los pueblos originarios, porque es el verdadero pulso de la democracia. Pero en Argentina los defensores ambientales están siendo objeto de campañas de persecución, incluso criminalizados y detenidos irregularmente. De hecho, dentro de este contexto, el movimiento ambientalista ha sido señalado por Javier Milei en varios foros internacionales y locales como el enemigo declarado de la extrema derecha.

En este momento de encrucijada, cada desafío trae consigo la lucha por los derechos como brasas de justicia, una lección no olvidada que exige que todos nos mantengamos vigilantes. La dualidad de la defensa de la democracia y la defensa de los territorios es algo que no podemos ignorar y son dos caras de la misma moneda.

Estoy convencido que el caso de Bolsonaro es un grito de advertencia para toda América Latina y para Argentina en particular: no podemos permitir que nos roben nuestro derecho a un futuro democrático y ecológico. En última instancia, si las instituciones brasileñas logran llevar a cabo un proceso para condenar a Bolsonaro, esto no solo serviría para disuadir futuros intentos de golpe en ese país, sino también para mejorar la calidad de la democracia en el conosur y la protección de quienes defienden los territorios y los bienes comunes que habitan. Hasta que eso suceda, y después también, la lucha por la justicia ecológica y social debe seguir en pie.


[1] Resolución 943/2023 del Ministerio de Seguridad de la Nación. Disponible en: https://www.boletinoficial.gob.ar/detalleAviso/primera/300917/20231215